Por Roberto
Morejón
La Habana
está cumpliendo 493 años de fundada. Pero… decirlo así suena frío. Mejor sería
si decimos que mi Habana, nuestra Habana está de cumple. Llega a los
respetables 493 años de nacida, casi medio milenio.
La
tradición se impone. Cada rincón de esta capital, bello o deslucido, conocido o
ignorado, histórico o común, se
engalana, rememora y recuerda a los hijos de esta urbe, naturales o adoptados,
que ella es bella, amorosa y fiel.
Este 16 de
noviembre, desandaremos las calles de La Habana para sentir sus aromas, conocer su gente, costumbres y anhelos. Admirar
cada edificio, refrescar en cada fuente, amarle.
Volveremos a
asombrarnos de su resistencia, recrearnos con sus historias, andar las plazas,
vivir con su gente, rodear tres veces la Ceiba del Templete para pedir sueños y
deseos, sentarnos en el Malecón a disfrutar la brisa marina.
Estas fotos
pueden ser acusadas de ser bellas postales que no muestran a La Habana,
descolorida, las suciedades y desidias, la ciudad que clama por reconstrucciones
y coloretes. Bienvenida la crítica, la acepto, mi Habana es una cumpleañera y
cuando estamos de aniversario somos alegría, belleza y color. Me apropio de sus imagenes y las envío a nuestros amigos. Les mando las luces de esta ciudad que
se niega a ser vieja.
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