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lunes, 12 de enero de 2015

La mula, el arriero y un descanso provechoso antes de llegar al Pico Turquino

La mula, el arriero y un descanso provechoso antes de llegar al Pico Turquino

Por Roberto Morejón 

Hacia dos horas que habíamos llegado a la Aguada de Joaquín. Nuestra hambre y sed saciadas, Ramón sufría viendo un juego de pelota entre Puerto Rico y Cuba, en el único televisor que funciona gracias a los paneles solares instalados, nuestro guía esperaba que se colara el aromático café, unos turistas holandeses bromeaban y se tomaban fotos, mientras unos jóvenes cadetes cantaban dentro del bohío habilitado para el descanso y yo jugaba  a hacerles fotos a las nubes que juguetonas atravesaban el campamento.


La mula, el arriero y un descanso provechoso antes de llegar al Pico Turquino

En medio de esta paz celestial (creo que estábamos más cerca del cielo, por lo menos a una buena altura), vi aparecer por el camino, entrar al descampado, mirar a los lados y continuar su paso sereno hasta detenerse muy cerca de la cocina…a una mula!!

La mula, el arriero y un descanso provechoso antes de llegar al Pico Turquino

Uno de los cocineros vino y comenzó a coger la carga que traía sobre sus lomos el noble animal. Yo no podía creer que la mula viniera sola desde Santo Domingo con las provisiones. El cocinero debió notar mi asombro: “El arriero viene atrás”, se limitó a decir y efectivamente, vi venir al campesino por el camino, quien lentamente avanzaba fumándose una colilla de cigarro, arrastrando a otro animal. “Le dije que viniera adelante”, me dijo y se sonrió. “Me paré a orinar y como se conoce la ruta, siguió sola”.


La mula, el arriero y un descanso provechoso antes de llegar al Pico Turquino

Diariamente sube desde Santo Domingo hasta la Aguada de Joaquín una o dos de estas mulas trayendo las provisiones necesarias para que funcione la base ubicada a unos kilómetros del Pico Turquino. Y es esperada ansiosamente. Traen no solo el arroz, galletas, especias, la sal, los frijoles y las carnes. También son portadoras de cigarros, el anhelado café y hasta una o varias latas de cervezas.
Con los años dedicados al fotoperiodismo he hecho el habito de anotar los datos pero en aquella ocasión no lo hice y hoy lamento no recordar el nombre del arriero. Era un personaje curioso. Parecía muy serio pero era jaranero y muy abierto, un hombre rudo, de monte, pero familiar y con un carácter afable. Al rato se nos sumó Ramón, que hasta se montó en una de las mulas y nos hicimos fotos. 
Fue un descanso provechoso. Me motivé con la conversación con el arriero. Le hice algunas fotos y he impreso algunas con la esperanza de volver algún día. Quizás antes de cumplir mis 45 años pueda volver a pisar las tierras del Turquino y entregar estas fotos y otras que llevo en mi mochila.
La mula, el arriero y un descanso provechoso antes de llegar al Pico Turquino
La mula, el arriero y un descanso provechoso antes de llegar al Pico Turquino

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