Y llegas a Playa Mayabeque, cansado, sudado, luego de
pedalear 60 y tantos kilómetros, creyéndote ciclista y siendo en realidad un
fugitivo, uno que escapa de la gran urbe, de la oficina, de la bulla y en
fin, caes al ponerse el sol en una
especie de paraíso fotográfico y no te queda más remedio que seguir creyéndote
cosas, entre ellas, esta, de creer que puedes convertirte en un
atrapador de la belleza…
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