Artefacto seria una palabra sublime para clasificar aquella cosa con motor. Pero si catalogarle es difícil, no menos fácil es montarse en uno. Obligado, tuve que subirme, a eso que de momento creí se trataba de un ORNI (objeto rodante no identificado), aunque pronto me sacaron de dudas, “Se llama Riquimbili", así de sencillo lo definió aquel hombre sentado frente a mi.
Camino a la playa Vista del Mar, en Quiebrahacha, pequeño pueblo del municipio Mariel, no quedaba otra opción que tomar un riquimbili o caminar los 7 kilómetros que nos separaban de nuestro destino o subirnos a una peligrosa carreta tirada por un tractor.
Apareció de pronto, todos corrimos a subirnos. Luego aprecie que no es imprescindible ir sentado para que te dejen viajar. Puedes hacerlo colgado o sentado en el suelo o en el pescante.
Esto que nos pareció toda una novedad o aventura, forma parte de la vida común de los pobladores de esos sitios que a diario se trasladan en estos vehículos armados con un motor que solo Dios sabe de donde salió, hacen un ruido infernal y si alguna organización ecologista los ve, seguro los manda a desarmar…pero mientras, resuelven.
Viajamos apretados, rodeados de esos cubanos jaraneros que hacen fiestas en plena tormenta. Mientras atravesábamos caminos solitarios y con baches, alguien hacia chistes, una mujer preguntaba al conductor por la salud de un conocido, y yo…yo me sujetaba fuerte para no caer, disfrutaba la compañía, el paisaje, el riquimbili y a mi Cuba.
Camino a la playa Vista del Mar, en Quiebrahacha, pequeño pueblo del municipio Mariel, no quedaba otra opción que tomar un riquimbili o caminar los 7 kilómetros que nos separaban de nuestro destino o subirnos a una peligrosa carreta tirada por un tractor.
Apareció de pronto, todos corrimos a subirnos. Luego aprecie que no es imprescindible ir sentado para que te dejen viajar. Puedes hacerlo colgado o sentado en el suelo o en el pescante.
Esto que nos pareció toda una novedad o aventura, forma parte de la vida común de los pobladores de esos sitios que a diario se trasladan en estos vehículos armados con un motor que solo Dios sabe de donde salió, hacen un ruido infernal y si alguna organización ecologista los ve, seguro los manda a desarmar…pero mientras, resuelven.
Viajamos apretados, rodeados de esos cubanos jaraneros que hacen fiestas en plena tormenta. Mientras atravesábamos caminos solitarios y con baches, alguien hacia chistes, una mujer preguntaba al conductor por la salud de un conocido, y yo…yo me sujetaba fuerte para no caer, disfrutaba la compañía, el paisaje, el riquimbili y a mi Cuba.
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