
Estaba en la Terminal de Guanajay esperando el camión para La Habana, cuando los vi llegar. Lo primero que esbocé fue una sonrisa. Instalaron su carrito y se pusieron a vender pan con tortilla y refresco al pie del estribo de los vehículos que salían.
Son una pareja de padre e hija que montaron una cocinita de gas en una bicicleta y llevan sus productos al cliente en vez de esperar, como hace la mayoría de nuestros aprendices de empresarios, que los consumidores vengan a ellos.


Desde que Cuba otorgara en octubre de 2010 las nuevas licencias para trabajar por cuenta propia, a fin de brindar alternativas de empleo a los trabajadores disponibles, tras la reducción de plantillas infladas en el sector estatal, se ha incrementado el número de cafeterías y paladares en todo el país, en espacial en la capital.
El padre y la hija comprendieron que hay que hacer, innovar, crear y como se dice en buen cubano “Inventar, socio…inventar”.


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