Por Roberto Morejón
Ana Laura Calle Pérez, reclamó por tantos años de dolor,
envió un mensaje por la privación, porque fue despojada del cariño de su
abuelo. Y es que el amor de los abuelos es insustituible. Ellos son especiales,
dan amor, te enseñan sin regañar, te llenan de dulces sin exigirte que te laves
los dientes, te pasean cuidando tus pasos cuando los de ellos ya no son tan
seguros.
Pero Ana Laura no tuvo eso. Su abuelito, ese ser querido que
no conoció, Wilfredo Pérez, era piloto del avión de Cubana de Aviación saboteado
en Barbados en 1976, y no pudo ver crecer a esta bella joven, que hoy habló en
nombre de los familiares de los caídos en ese acto criminal, conmemorado en el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, ante el
Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en el Cementerio Colón, en La Habana, Cuba.
Junto a ella estaban Los Héroes de la República de Cuba,
Fernando González y René González, otros
familiares víctimas del sabotaje en Barbados, trabajadores de la Aeronáutica Civil,
jóvenes atletas, pioneros, y el pueblo.
Han pasado 38 años y todavía duele. El crimen de Barbados es
un genocidio que no se olvida, algún día se hará justicia, y por eso reclamamos.
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