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Fronton u “Ojo de boticario”, en el Museo Farmacéutico Ernesto Triolet, en la ciudad de Matanza, Cuba. |
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Por: Roberto Morejón
Justo en el corazón de Matanzas, una ciudad en el occidente cubano, se respira el aire de
Francia. Y es que al traspasar los umbrales del Museo Farmacéutico, se adentra
el visitante en un mundo mágico de frascos, recetas, aromas y esencias
medicinales de una auténtica botica francesa.
Inaugurada por el galo Ernesto Triolet y su yerno cubano
Juan Fermín de Figueroa, el primero de enero de 1882, frente a la Plaza de Armas de la ciudad,
actualmente parque de La
Libertad, y convertida en museo en mayo de 1964, la droguería
transmite la sensación de estar viva.
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Fachada del Museo Farmacéutico Ernesto Triolet, en la ciudad de Matanza, Cuba. |
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Equipos en la mesa dispensarial de la rebotica del Museo Farmacéutico Ernesto Triolet, en la ciudad de Matanza, Cuba. |
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Libro de recetas en el Museo Farmacéutico Ernesto Triolet, en la ciudad de Matanza, Cuba |
Instrumentales, estantes, libros, plantas
medicinales, están colocados en el mismo lugar donde sus dueños trabajaban y
todo parece estar dispuesto para comenzar a producir medicamentos.
Varias son las salas expositivas. Se inicia el paseo por la
botica, con sus estantes pomposos, los gaveteros y el mostrador, ordenado como
si aún vendieran medicamentos. Le sigue la rebotica, con la mesa dispensarial, repleta
de equipos para preparar pastillas u
óvulos vaginales, y se puede apreciar, un enorme libro de registrar las
recetas. A continuación, los almacenes de
frascos y esencias.
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Visitantes en el Museo Farmacéutico Ernesto Triolet, en la ciudad de Matanza. |
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Y el patio, donde está el laboratorio, con las máquinas que
parecen listas para ser usadas.
Triolet, su fundador, supo dotarle de fama universal, en los
albores del siglo XX. Gran conocedor de los principios activos de las plantas.
Exportaba medicamentos a España, Francia y Estados Unidos. Legó decenas de
recetas de medicinas de base natural y once de ellas fueron presentadas en la famosa Exposición Universal de París en 1900, y obtuvo una Medalla de
Bronce, poniendo el nombre Cuba, en el mapa de la farmacología universal. El
Jarabe Café Compuesto para el asma y la tos, un remedio para la caída del
cabello y otro para los callos, fueron algunos de los productos llevados a la Ciudad Luz.
La farmacia de Triolet marcó época. Muy reconocida en Cuba
por la seriedad en la preparación y presentación de los medicamentos, mantuvo
un comercio muy activo con Francia, aunque también venían productos de
Alemania, Italia, China y Estados Unidos.
Pero no solo en su trabajo es visible la huella de la nación
europea. Una gran colección de envases de porcelana de Sevres se exhibe en sus
estantes. Piezas muy antiguas, algunas
decoradas a mano con polvos de oro, son únicas y de mucho valor.
Esta Botica Francesa, única de su tipo que se conserva en el
mundo, es famosa a nivel internacional por el tesoro que duerme en su interior.
Allí se conservan intactas casi cinco millones de piezas, exhibiendo los
secretos de la farmacia de finales del
siglo XIX y la primera mitad del XX.
Se suman cientos de miles de frascos de cristal mandados a
hacer para este lugar. Además, se muestran,
los frontones, dos frascos inmensos, con función ornamental, de cristal
de Bohemia; también conocidos como “Ojo de boticario”. Ambos son piezas únicas, toda vez que sus
dueños compraron la exclusividad del diseño.
La bibliografía farmacéutica enriquece este tesoro. Libros
de recetas con más de un millón de formulas originales a base de sustancias
naturales se conservan en el museo. Y a los cientos de ejemplares únicos de
farmacia, se suman otros de ciencias como la medicina, la química o la botánica
en varios idiomas, tales como el
español, inglés, francés y alemán.
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Laboratorio del Museo Farmacéutico Ernesto Triolet, en la ciudad de Matanza, Cuba. |
El millón de visitantes que ha recorrido las salas del Museo
Farmacéutico Ernesto Triolet, Monumento Nacional en 2007 y Premio Nacional de
Restauración en 2008, desde su fundación
en 1964, han apreciado en este maravilloso lugar, instrumentos y productos en
perfecto estado de conservación. Allí, donde un cartel todavía recuerda al
tópico Triolet como un remedio infalible contra los callos.